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El peligroso juego de las represalias comerciales entre China y EEUU

  10 de abril de 2018

La buena noticia es que ninguna de las dos partes  tiene tiempo para retroceder. Ni la última ronda de aranceles propuesta por la administración Trump (un gravamen del 25 por ciento sobre productos industriales y tecnológicos por valor de 50 mil millones de dólares) ni la respuesta que China anunció la semana pasada (25 por ciento sobre la soya, los automóviles, las sustancias químicas y otros productos por un valor de 50 mil millones de dólares) se han impuesto todavía. Estados Unidos ha dicho que consultará con las empresas durante un mes antes de imponer los aranceles. China ha indicado que esperará a que su eventual rival tome las medidas.

La mala noticia es que, según el equipo del presidente estadounidense Donald Trump, ambas partes ya estaban en la mesa, presuntamente logrando progresos, antes de que se anunciara la última escalada. Y hay razones para pensar que podría no haber mucho retroceso a partir de aquí, dados los objetivos conflictivos y las ideas preconcebidas de las dos naciones.

Trump y sus asesores tienen todo claro sobre la necesidad de responder a las prácticas comerciales desleales de China. Lo que sí no lo tienen muy claro es sobre cuál debería ser el siguiente paso si los chinos resultan difíciles de intimidar. Lo que es más preocupante es que es posible que ni siquiera piensen que el siguiente paso sea necesario. Trump cree que el déficit comercial con China, en sí mismo, empobrece a Estados Unidos. También podría pensar que hacer encarecer los productos chinos para los compradores estadounidenses enriquecerá a Estados Unidos, al estimular la compra de alternativas estadounidenses.

La última idea es tan falsa como la primera, porque (entre otras razones) muchos de los productos chinos que serán afectados por los aranceles de Trump son bienes intermedios. Los gravámenes sobre ellos harán que los productos estadounidenses terminados (los coches, por ejemplo) sean más caros y menos competitivos. El comercio al estilo de la década de los 80, dominado por el intercambio bilateral de productos terminados, ya no existe, y ha sido reemplazado por un sistema de cadenas de suministro mundiales. Sin embargo, esta verdad podría no importar. Dados sus compromisos ideológicos, el dolor económico sólo podría hacer que la administración estadounidense se ponga más terca.

La preocupación del otro lado es que los chinos lleguen a la conclusión de que la mejor opción es simplemente extender las negociaciones más allá de las próximas elecciones presidenciales. En el ínterin, se podría provocar un daño importante a ambas economías, como lo reflejan los nerviosos mercados de productos básicos como la soya estadounidense y grupos industriales como Boeing.

La mejor esperanza para salir de este atolladero sería que China ofrezca una importante concesión en la política comercial. ¿Por qué debería ser China quien ceda? Porque, aunque Trump está equivocado sobre la economía básica y sobre cómo funciona el comercio global, tiene razón sobre las prácticas injustas de China. No hay duda de que las compañías chinas abusan de los derechos de propiedad intelectual de las compañías occidentales. Y muchas de las compañías mundiales de China se benefician de los subsidios y el apoyo del Estado.

Si China anunciara acciones concretas en lugar de propuestas o más negociaciones,  daría a la administración Trump una victoria pública y abriría el camino para que retroceda en cuanto a los aranceles anunciados. Una relajación del requisito de que las compañías extranjeras que operan en China deben formar empresas conjuntas con socios chinos, junto con un plan para hacer cumplir los derechos de propiedad intelectual de las compañías extranjeras y monitorear el espionaje cibernético industrial, sería un buen comienzo. Ésta es un área de profunda preocupación para los gobiernos europeos, así como para el estadounidense. China podría mostrarse reacia a considerar esto, pero cualquier cosa que no sea una acción concreta recibirá escepticismo justificado, y el riesgo de una continua escalada de su costosa disputa con Estados Unidos. Es posible que se pueda regresar hacia un enfoque pragmático si China da el primer paso.







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