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Gran Bretaña en camino de convertirse en el Canadá de la UE

  28 de febrero de 2018

Martin Wolf

Entonces, cuando pase la tormenta ¿dónde terminará el Reino Unido? Se convertirá en Canadá. Tendrá una relación comercial con la Unión Europea (UE) similar a la de Canadá. Se relacionará con la UE de una manera no muy diferente a la relación de Canadá con EEUU. Seguirá siendo una democracia centrista, como Canadá, y no se convertirá —como lo ha expresado el secretario de Estado para el Brexit David Davis— en una distopía de “Mad Max” liderando una carrera regulatoria hacia el fondo. Por último, como Canadá, podrá buscar una influencia global modestamente positiva. Boletín de noticias Recibe todos los días los principales titulares de lostiempos.com, directamente por correo. Suscríbase ahora ¡Suscribase! Nombres: * Apellidos: * Teléfono/Celular: * Correo electrónico *

Michel Barnier, el principal negociador de la UE, ha explicado por qué la futura relación comercial del Reino Unido con la UE será similar a la del Acuerdo Económico y Comercial Global (AECG) entre la UE y Canadá, también conocido como el CETA, por sus siglas en inglés. Este acuerdo permite a ambas partes celebrar tratos separados con otros socios. También coloca a Canadá fuera de la unión aduanera y del mercado único de la UE. Por lo tanto, el CETA proporciona beneficios limitados a los proveedores de servicios.

Tal y como lo señala Barnier, las “líneas rojas” del Reino Unido —no estar sujeto a la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), no tener libre circulación ni obligación de contribuciones financieras sustanciales continuas, pero sí contar con autonomía regulatoria y de política comercial— impiden la adhesión al Espacio Económico Europeo (EEE). Estas líneas rojas también descartan un acuerdo similar al de Suiza. La oposición del Reino Unido a la jurisdicción del TJUE y la demanda de autonomía regulatoria excluyen un acuerdo de asociación como el de Ucrania. La demanda de una política comercial independiente incluso excluye un acuerdo de unión aduanera, como el que tiene con Turquía. Cuando se descarta todo lo imposible, lo que queda es un acuerdo como el existente con Canadá.

Barnier probablemente termine estando en lo cierto. Una de las razones para creerlo es que usualmente lo está. Otra es que las líneas rojas están profundamente arraigadas en el Reino Unido. Malcolm Rifkind, un exsecretario de Asuntos Exteriores del Partido Conservador, tiene razón al decir que es poco probable que el Reino Unido acepte la obligación de seguir las regulaciones de la UE sin tener voz o voto en ellas. Si estuviera dispuesto a hacerlo, tendría más sentido que retirara su solicitud de abandonar la UE.

El modelo del CETA impondría costos económicos reales. En particular, los proveedores de bienes a la UE del Reino Unido tendrían que cumplir con las normas sobre contenido nacional, mientras que los proveedores británicos de servicios perderían el acceso favorable existente. Pero para evitar estos resultados, el Reino Unido tendría que cambiar sus líneas rojas o convencer a la UE de que cambie su posición en asuntos esenciales.

En el primer caso, el Reino Unido pudiera abandonar el deseo de tener autonomía sobre su política comercial para unirse a un acuerdo de unión aduanera. Pudiera aceptar la libre circulación y así tener un acuerdo similar al de Suiza. Incluso pudiera aceptar un papel sustancial por parte del TJUE. Pero actualmente nada de esto parece probable.

En referencia a los servicios, el Gobierno tiene esperanzas de contar con un proceso de “divergencia gestionada”, en el cual las nuevas regulaciones del Reino Unido serían reconocidas por la UE como equivalentes a las de la UE en objetivo, si no en detalle. Es probable que la UE rechace esto porque: daría la impresión de que el Reino Unido se está saliendo con la suya por completo; establecería un peligroso precedente; sería complejo llegar a acuerdos y monitorear tal divergencia; y exigiría confianza en las buenas intenciones del Reino Unido, una confianza que su propio debate dificulta mantener. Demasiadas personas celebran la oportunidad de eliminar las gravosas regulaciones de la UE, sin ser precisas acerca de qué debe eliminarse.

Algunos en el Reino Unido creen que la industria de servicios financieros del país brinda beneficios tan grandes a la UE que esta última debiera hacer lo imposible por mantener al país dentro del mercado único. Era más fácil argumentar ese punto antes de la crisis financiera. Además, el acceso a los mercados mayoristas con sede en el Reino Unido se mantendría, incluso si los proveedores basados en el Reino Unido perdieran los privilegios del uso del “pasaporte financiero europeo”.

El destino más probable es entonces —a través de un estancamiento temporal de hasta dos años— un acuerdo al estilo del de Canadá. Es cierto que eso pudiera dejar sin resolver el problema de la frontera irlandesa. También impondría costos sustanciales.

El recientemente filtrado análisis del Gobierno del Reino Unido ha concluido que, bajo tal acuerdo, el producto interno bruto (PIB) del Reino Unido pudiera ser 5 puntos porcentuales más bajo de lo que sería en otras circunstancias después de 15 años, y que esto representaría una pérdida de alrededor de un quinto del aumento potencial en la producción en ese momento. En este sentido, por supuesto, la posición del Reino Unido es muy diferente a la de Canadá. El CETA beneficia a Canadá; un acuerdo post-Brexit como éste perjudicaría al Reino Unido. Pero ése es el resultado de la decisión de salirse de la UE.

Una vez fuera, el Reino Unido, al igual que Canadá, tendría una mayor libertad de decisión sobre su régimen regulatorio. Pero es seguro que no se producirá una “hoguera” de compromisos regulatorios, impositivos y de gasto público del Reino Unido. En el Reino Unido, como en Canadá, existe poco apoyo para políticas tan radicales.

Nuevamente, al igual que Canadá, el Reino Unido querrá llegar a nuevos acuerdos comerciales. Intentará unirse a los acuerdos de libre comercio existentes y crear otros nuevos. La dificultad aquí es que los acuerdos importantes (con EEUU, China o India) serán difíciles y que los acuerdos fáciles (con, por ejemplo, Australia o Canadá) no serán importantes. Además, la ley de hierro del comercio se aplica: en igualdad de condiciones, el comercio se reduce a la mitad conforme se duplica la distancia. Eso explica por qué el Reino Unido es un socio comercial tan importante para la UE como lo es EEUU, y la UE, a su vez, es el socio dominante del Reino Unido. Los nuevos acuerdos no pueden compensar lo que perderá. Además, contrariamente a las opiniones presentadas por el Legatum Institute en Londres, el Reino Unido no será el nuevo líder de la liberalización global. No es lo suficientemente grande para serlo.

El Reino Unido aún necesitará una fructífera relación con la UE. También es más poderoso, en relación con la UE, de lo que lo es Canadá en relación con EEUU, en parte porque tiene una economía más grande que la de Canadá (casi el doble del tamaño) y en parte porque la UE no es un Estado federal con enormes fuerzas armadas. Pero el Reino Unido a menudo considerará a su vecino desesperante y controlador. El precio de ser un “extranjero” será palpable y permanente. Pero las grandes decisiones conllevan grandes consecuencias.







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