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IBCE, trabajando por una Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana



Oasis económico en Bolivia

  07 de junio de 2018

Así fue el calificativo que dio el Ministro Alfredo Rada al consultarle acerca de la economía nacional y las diversas críticas lanzadas por el sector de empresarios privados de Bolivia en relación a las últimas medidas económicas accionadas desde el Gobierno central: incremento del mínimo nacional y haber básico, anunció del pago del doble aguinaldo y la Ley de Empresas Sociales.

En ese mismo sentido, el ministro de Economía y Finanzas, Mario Guillén, manifestó que por el momento Bolivia no asumiría ninguna medida interna en respuesta a la crisis argentina Señaló que Argentina vive una devaluación de su moneda y un incremento de la inflación, ambos fenómenos se compensarían y no otorgarían ventajas comparativas en el costo de sus productos frente a los nacionales; por consiguiente, no se prevé que exista una avalancha de productos argentinos en el mercado boliviano.

Esta declaración se puede calificar como una verdad a medias porque si se analiza el flujo comercial entre Bolivia y Argentina, se observa que incluso en periodos en que la inflación argentina se disparó, las importaciones no sufrieron grandes variaciones, mucho menos se limitaron. En el periodo 2006-2017, Bolivia tuvo importaciones por un monto de 10.541 millones de dólares, mientras que las exportaciones (excluyendo las ventas de gas natural) solamente ascendieron a 1.614 millones de dólares, dejando como saldo una balanza comercial negativa de 8.927 millones de dólares, de acuerdo a cifras del último reporte lanzado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).

En ese mismo periodo, Argentina sufrió periodos de inflación importantes: 38,50% (2014), 27,80% (2015), 40,70% (2016) y 24,70% (2017), mismos que coincidieron con la salida de la presidenta Cristina Kirchner y el ingreso de Mauricio Macri. Los resultados de la balanza comercial entre Bolivia y Argentina para estos años siguieron una trayectoria ascendente con resultados anuales de 846 millones de dólares (2014), 1.051 millones de dólares (2015), 834 millones de dólares (2016) y 1.113 millones de dólares (2017), respectivamente.
 
En ese marco, es importante detallar cuáles fueron los componentes del Índice de Precios al Consumidor en Argentina que registraron más elevación e influyeron al comportamiento de la tasa de inflación anual. Curiosamente, los costos se vincularon más con los servicios públicos, como vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (158% acumulado 2016/2017), salud (74,6% acumulado 2016/2017) y transporte (65,5% acumulado 2016/2017), que fueron comparativamente superiores a la incidencia de componentes como alimentos y bebidas no alcohólicas, bebidas alcohólicas y tabaco, comunicaciones, prendas de vestir y calzado, bienes y servicios varios, equipamiento y mantenimiento de hogar, educación, recreación y cultura, restaurantes y hoteles,  tal cual señala el Informe Inflación en Argentina: periodo 2007-2017, elaborado por la Bolsa de Comercio de Santa Fe, publicado en marzo de este año.

La apreciación de Guillén bien podría resultar incorrecta si se parte de una premisa en la que la inflación es generalizada en todos los rubros que hacen al Índice de Precios al Consumidor. El Gobierno argentino ha intervenido en los sectores que le han significado una gran carga presupuestaria y ha traído como resultado un déficit fiscal, que al primer trimestre de 2018 sumó 30.000 millones de dólares. Por estas razones es necesario poner mucha atención a lo que suceda con la economía argentina, Bolivia sostiene, desde finales del 2011, un tipo de cambio fijo artificial, con el objetivo de apreciar la moneda nacional y “bolivianizar” la economía.

Dicha acción supone un alto costo para la producción nacional, que pierde competitividad con los mercados externos, puesto que los demás países de la región fluctúan sus monedas en miras de posicionar la producción nacional a menores precios frente a la oferta de sus pares en el mundo. Con un dólar más barato en Bolivia se dan condiciones favorables para adquirir mercancía del extranjero en desmedro de la producción nacional,  que debe competir en una situación de disparidad incuestionable.
 
Finalmente recalcar que este análisis sólo refleja la incidencia de las importaciones legales, cuando sumamos el contrabando al debate el escenario cobra una connotación mucho más alarmante; no olvidemos que el contrabando ha sido una asignatura pendiente del Gobierno actual, en buena medida exacerbada por políticas contemplativas y flexibles, que sólo han dado palmadas en la cabeza a un sector cada vez más poderoso que domina las zonas francas de Bolivia en contubernio o no con autoridades fronterizas.

El oasis económico boliviano se desvanecerá cual espejismo en el desierto, salvo que las autoridades abandonen el “discurso” por la verdad de los hechos y actúen en consecuencia.

Carlos Armando Cardozo Lozada es economista, máster en desarrollo sostenible y cambio climático, especialidad en gestión del riesgo de desastres y adaptación al cambio climático y Presidente de Fundación Lozanía.







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