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Capitales extranjeros y migrar del girasol a la soya, dos fórmulas
para expandirse

  05 de junio de 2018

El desempeño y potencial de la industria aceitera boliviana capturaron cerca de 300 millones de dólares de la compañía de alimentos más importante de Perú, con la adquisición del 100 por ciento de las acciones de las Industrias de Aceite S.A. (Conocida popularmente bajo el nombre comercial de Fino). La noticia fue dada a conocer el pasado 17 de mayo y despertó elogios del empresariado privado nacional.

La transacción evidencia la relevancia de la industria aceitera nacional en la región y, al mismo tiempo, alienta la competitividad nacional, opinan los empresarios y representantes del sector agroindustrial consultados por este medio.

Sin embargo, advierten que la expansión del sector se frenó desde 2013 por una serie de factores que aquejan al sector agroindustrial boliviano, entre los que se destacan el bajo crecimiento de la frontera agrícola, la migración de cultivos provocada por factores climático económicos, la caída de los precios internacionales de los alimentos y la falta de incentivos a los productores locales.

Para la presidenta del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santa Cruz, Paola Román,  la expansión de la frontera agrícola es fundamental para elevar los niveles de producción de aceites.

“La producción está aumentando lentamente. En los últimos cinco años (2013-2018), ha habido un estancamiento. No estamos mal, pero no hemos crecido  significativamente a nivel Bolivia”, sostiene.

Paralelamente, la exportación de aceite tuvo un comportamiento irregular entre 2007 y 2017, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Durante este periodo, la gestión 2016 fue la que registró el mayor valor exportado con 311,16 millones de dólares, por un volumen de 455,55 millones de kilos.

Contrariamente, 2007 fue el año con el menor valor de exportaciones, con 202 millones de dólares. Asimismo, el valor de 2017 cayó casi a los mismos niveles que en 2007, unos 222 millones de dólares.

En este sentido, el gerente general de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Edilberto Osinaga, sostiene que la caída del valor exportado del aceite se relaciona con la disminución de los precios internacionales de productos alimenticios, que se inició en 2013.

“Cuando se mira el valor, la caída de las exportaciones es más drástica que el volumen y este elemento junto a los precios bajos internacionales y las limitaciones en las superficie de cultivo, son los factores que afectan al sector”, añade.

Según datos de la CAO, se estima que el 70 por ciento de la producción de aceite está destinado a la exportación, y el 30 restante al consumo interno. Los principales países de destino son Colombia, Ecuador y Perú.

Más soya, menos girasol

Mientras tanto, el gerente  de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), Jaime Hernández, detalla que  la soya y el girasol son los principales cultivos que actualmente se utilizan para fabricar aceite en Bolivia.

Según Román, desde 2013, la industria  boliviana elevó la demanda de soya para fabricar aceite y al mismo tiempo disminuyó el requerimiento de girasol. Destaca que la carencia de materiales genéticos de girasol resistentes a plagas, contribuye a la dinámica.

“El precio bajo del girasol y una mala campaña también desaniman al agricultor, quien se ve obligado a sembrar algo seguro, como la soya, un cultivo que se adapta bien a la región cruceña y que también es de fácil manejo”, destaca.

La observación se confirma con los datos del INE, que indican que la superficie sembrada de girasol en todo el país para la campaña 2015–2016 alcanzó las 146 mil hectáreas, frente a las 162 mil del periodo 2006–2007.

Contrariamente, la superficie dedicada al cultivo de soya en la campaña 2015–2016 ocupó las 1,33 millones de hectáreas, frente a las 987 mil del periodo 2006–2007.

El gerente de Anapo calificó el crecimiento de la superficie de soya de la última década como “leve”.

“En el cultivo de girasol hemos tenido una caída en la producción, debido a la afectación de enfermedades que disminuyeron los rendimientos y generaron pérdidas en los productores y porque se ha preferido producir sorgo, que es un cultivo que brinda mayor rastrojo al suelo para mejorar la producción de soya en verano”, afirma.

Los sectores consultados por este medio coinciden por separado al afirmar  que se necesitan políticas públicas para mejorar la producción de girasol y soya para potenciar la elaboración de aceite, como liberar exportaciones, permitir el uso de semillas genéticamente modificadas y mejorar  la seguridad jurídica del país.

 

70% del aceite va a exportación Colombia, Ecuador y Perú son los principales mercados de la producción aceitera boliviana.

 

DATOS

Cada boliviano consume 14 litros de aceite al año. A mayo de 2016, según datos registrados por el Observatorio Agroambiental y Productivo (OAP), dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT), el consumo promedio de aceite de soya y girasol en Bolivia es de 14 litros por habitante al año.
En 2014, la Cámara Nacional de Comercio estimó que el consumo nacional alcanzaba los ocho litros al año. Se estima que el consumo en países de la región como Chile llega a los 30 litros por persona al año.

Industria demanda el 97 por ciento de producción. De acuerdo a los resultados de la encuesta de pronóstico de cosecha del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras de 2016, el 97 por ciento de los productores de soya comercializa sus productos a las empresas y el 3 por ciento al mercado libre.

 

EL COSTO DE ACEITES VEGETALES PROVOCA UN AUMENTO DEL PRECIO DE LOS ALIMENTOS

Los precios mundiales de los alimentos subieron a septiembre de 2017 debido a la firmeza de precios de los aceites vegetales y en menor medida la de productos lácteos, que compensaron la caída de los precios de cereales básicos, según el índice de precios elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).

El indicador económico alcanzó un promedio de 178,4 puntos en septiembre de 2017, lo que supone un 0,8 por ciento más que en agosto del mismo año y un aumento del 4,3 por ciento respecto a 2016

El índice de precios de alimentos de la FAO es ponderado en base a los intercambios comerciales que hace el seguimiento de los precios internacionales de los cinco grupos principales de alimentos básicos.

Similar indicador que mide el costo de los aceites vegetales de la FAO aumentó un 4,6 por ciento.

La organización señaló que el incremento fue impulsado principalmente por el aceite de palma, aunque también subieron los aceites de soya, colza y girasol.

Por su parte, el índice de precios de productos lácteos aumentó 2,1 por ciento con relación a agosto, impulsado por los precios de la mantequilla y el queso en un momento de escasez de la oferta en Australia, Nueva Zelanda y la Unión Europea

Los precios de la carne se mantuvieron prácticamente sin cambios.

 

PRODUCTORES DEMANDAN LIBERACIÓN DE SEMILLAS TRANSGÉNICAS ANTE LAS PLAGAS

Los pequeños, medianos y grandes productores de Santa Cruz (los mayores proveedores de alimentos), consultados anteriormente por este medio, demandan que el Gobierno central autorice el uso de más productos transgénicos que resistan al cambio climático, las plagas y las malezas como el maíz, el algodón y la caña de azúcar, argumentando que la medida mejorará los rendimientos y abaratará los costos de producción.

El reclamo lleva cinco años y se agudiza, ya que cada vez más productores optan por migrar su producción a la cosecha de soya, un cultivo resistente a las plagas y el cambio climático. La medida repercute en la disminución de volumen de aceite de girasol.

Al respecto, la presidenta del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santa Cruz, Paola Román, sostuvo que los transgénicos son una herramienta más para mejorar los rendimientos y que se deben tomar los recaudos para su implementación.

“Como colegio no estamos ni a favor ni en contra”, afirmó.

El artículo 255 de Constitución Política del Estado (CPE) prohíbe la importación, producción y comercialización de organismos genéticamente modificados (OGM), más conocidos como “transgénicos”, y elementos tóxicos que dañen la salud y el medio ambiente.

Un OGM es un organismo cuyo material genético fue alterado con técnicas de ingeniería, mediante transgénesis o cisgénesis, es decir, la inserción de uno o varios genes. Incluyen microorganismos, como bacterias o levaduras.







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