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Temor al populismo latinoamericano es exagerado, podría ofrecer gangas

  31 de enero de 2018

La economía mundial está disfrutando de un avance sincronizado y los mercados le están sacando provecho. Pero una región se lo está perdiendo: Latinoamérica.

Este pudiera ser un año crucial para toda la región. Brasil, México, Colombia, Costa Rica y Paraguay tienen elecciones presidenciales este año, al igual que Venezuela (aunque existe cierta duda acerca de si esta elección se llevará a cabo). Incluso Cuba tendrá un nuevo jefe de Estado cuyo apellido no será Castro.

Esto pudiera ser importante, ya que los inversionistas extranjeros tienen una larga e indiscriminada historia de tener reacciones excesivas ante los acontecimientos políticos latinoamericanos. La llegada de un autócrata populista al poder a veces conduce a un colapso de la confianza (y la triste historia de Venezuela durante los últimos 20 años muestra por qué pudiera ser así).

La mayoría de las veces, sin embargo, los populistas que suenan enojados tienden a comportarse con más sensatez una vez que están en el poder. El ejemplo más espectacular fue sin duda el repunte del mercado en Brasil después de que Luiz Inácio Lula da Silva fuera electo por vez primera a fines de 2002. Tratado de antemano como un escenario apocalíptico, resultó ser que Lula da Silva era pragmático en el poder, mientras que el auge de las materias primas llevó a las acciones en Brasil a alturas inusitadas. Desde noviembre de 2002, cuando Lula da Silva ganó la presidencia, hasta diciembre de 2007, el índice MSCI Brazil ganó más de 1.000 por ciento. Esto representó el triple del aumento en los mercados emergentes en conjunto.

¿Cuáles son las posibilidades de que la continua relación de amor y odio del continente con los caudillos populistas cree una oportunidad de compra como ésa este año?

No se puede descartar, aunque es difícil imaginar algo tan dramático como el repunte después de la elección de Lula da Silva en 2002. Latinoamérica no es irresistiblemente barata en la actualidad, cotizando a una relación precio-ganancias (P/E, por sus siglas en inglés) de 17,7, según MSCI. El P/E para los mercados emergentes en conjunto es de 15,1. Brasil ya ha atravesado por lo peor de los horrendos desbarajustes políticos que incluyeron la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff, y ha iniciado una recuperación económica, pero esto ha sido recibido con demasiada euforia en los mercados. El haber invertido a principios de 2016 habría dado lugar a una ganancia de 160 por ciento para este momento.

Los países al sur del Canal de Panamá están casi todos expuestos a China, por lo cual el crecimiento continuo favorecerá las percepciones de Brasil y de las economías andinas, mientras que otra desaceleración sería perjudicial. México sigue estando intensamente expuesto, en más de un sentido, a EEUU, particularmente al riesgo actual de que EEUU pudiera decidir retirarse del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Cualquier movimiento en las principales economías del mundo pudiera reprimir acontecimientos políticos en la región.

Pero la región se está perdiendo del entusiasmo existente en otros lugares. Desde que la elección de Enrique Peña Nieto en México en julio de 2012 generara la última ola de optimismo, México y Brasil han caído un 11 y un 14 por ciento respectivamente, mientras que los mercados emergentes han aumentado un 32 por ciento.

Existe cabida para que avancen un largo trecho rápidamente, y cabida para confusión y volatilidad de sobra durante los próximos meses, ya que las dos elecciones más importantes son imposibles de predecir en este momento. México tiene una elección de una sola ronda, razón por la cual los presidentes pueden y de hecho ganan las elecciones con el apoyo de menos de la mitad del electorado. El favorito es AMLO: Andrés Manuel López Obrador, un exalcalde de la Ciudad de México y el campeón de la izquierda, anteriormente derrotado dos veces por un escaso margen. Él es carismático y mesiánico, y una victoria a su favor alarmaría a los mercados.

Él se enfrenta al poco popular y anteriormente hegemónico partido en el poder, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual tiene a un experimentado tecnócrata en la carrera presidencial: José Antonio Meade; y en un extraño desarrollo forzado por el sistema electoral, los partidos tradicionales de derecha y de izquierda han nombrado conjuntamente a Ricardo Anaya Cortés, de 38 años. Los tres candidatos son capaces de ganar un tercio de los votos cada uno y, por lo tanto, cualquiera de los tres pudiera ganar.

México ha sido un modelo de probidad fiscal y monetaria desde su última gran crisis financiera en 1994, por lo cual la victoria de AMLO pudiera atemorizar a los mercados. Sin embargo, él tiene una trayectoria en el Gobierno, habiendo sido el alcalde de la Ciudad de México durante seis años, y habiéndose demostrado competente y pragmático en el cargo; además, la situación a la que actualmente se enfrenta es muy similar a la de 2006, cuando él parecía estar a la delantera y al final perdiera por un estrecho margen después de que convirtiera las elecciones en un drama centrado en él mismo. Es muy posible que no gane, pero, si lo hiciera, no sería tan aterrador como muchos suponen.

Mientras tanto, las elecciones de Brasil están completamente abiertas ya que su escándalo de corrupción ha eliminado a un sinnúmero de potenciales candidatos. Los principales candidatos son el propio Lula da Silva, siempre que pueda anular la condena a prisión por corrupción, aunque un tribunal brasileño ya desestimó una apelación; y Jair Bolsonaro, quien ha llegado a la cima de las encuestas con una agresiva retórica de extrema derecha. Esto no es saludable. Pero, de nuevo, las posibilidades de que Brasil emerja con un presidente viable —con algún tipo de mandato para actuar (gracias al sistema de dos rondas), el cual ha estado ausente casi completamente durante los últimos cuatro años de agitación política— parecen ser buenas.

En la actualidad, los mercados mundiales están produciendo montones de entusiasmo, pero pocas gangas. Para aquellos con una constitución robusta y con una disposición para ser oportunistas, un año dramático en la política latinoamericana bien pudiera ofrecerles el enfoque más cercano de este año a una ganga.







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