Productores de soya, maíz y sorgo reportan que perdieron hasta el 80% de sus cosechas. Proliferan gusanos, como el pegador de hoja. La fumigación sube los precios
Hace unas semanas, Pedro Ortega vio cómo sus 40 hectáreas de soya adquirían un color amarillento; las hojas empezaban a llenarse de huecos y entre ellas se escondían capullos pegajosos. "Todo se ha infectado”, lamenta ahora mientras arranca las plantas enfermas de sus sembradíos en la comunidad cruceña Puerto Alonso Fernández.
En San Julián, don Freddy Taboada camina por un sendero lleno de grietas en medio del maizal. La sequía ha afectado toda su producción, lo poco que queda no es suficiente. "Las mazorcas son pequeñas y su calidad no es buena, no van a querer comprar”, afirma.
La sequía y el brote de varias plagas han arrasado con el 80% de los cultivos de soya, maíz y sorgo de Santa Cruz, según los productores de la zona. El sector pide ayuda al Gobierno y la autorización para usar semillas transgénicas resistentes a estos embates.
Plagas arrasan campos enteros
Puerto Alonso Fernández en Cuatro Cañadas, en el norte de Santa Cruz, es el primer contacto con pequeños productores en una inspección de tres días organizada por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). La temperatura llega a los 40 grados y la humedad vuelve el aire denso.
En este sector un grupo de pequeños agricultores esperan a la comitiva con rostros preocupados. Aseguran que el 80% de sus cultivos de soya están enfermos.
"La plantación ha sido invadida por el gusano pega hoja, el ácaro y la roya”, explica la productora y directora de la Asociación de Pequeños Productores de la Zona Norte, Silvia Vale.
Detrás de ella, Ortega arranca hojas enfermas para mostrar el estado de su producción. "Son enfermedades que no se pueden controlar. No tienen tiempo, de la noche a la mañana puede pasar de una planta a todo el campo”, comenta. Su experiencia de 20 años como agricultor lo lleva a aseverar que antes las plagas no eran tan fuertes: "Ahora no se las puede controlar”.
¡Este es el pegador de hoja! exclama don Gregorio Rivas unos surcos más allá. En sus manos tiene una especie de capullo pegajoso con gránulos grises. Al abrirlo un gusano verde, que asemeja una tira de bolitas engarzadas, se retuerce bajo el sol. "Fumigar es en vano, puedes echar el químico pero como el gusano está dentro de las hojas, se oculta, no le hace nada”, explica.
Su cultivo se encuentra a dos comunidades de distancia. "Mi parcela está allá en Bajo Tunari -cuenta-. Estoy lejos pero la plaga se ha extendido hasta allá”.
Rivas nació en Punata, Cochabamba, y hace 50 años decidió irse a Santa Cruz en busca de mejores tierras. Muchos de sus vecinos proceden de Potosí, Oruro y La Paz o son hijos de migrantes.
"Yo ya nací en Santa Cruz, pero mi padre vino desde Potosí. Fui allá pero la agricultura es totalmente diferente”, asegura Juan Pinto desde el fondo de unas gafas negras. "Es para ocultar las ojeras”, argumenta entre risas.
Está cansado, pues toda la noche trabajó en la fumigación de sus cultivos. "En la tarde porque había mucho viento, dependemos de la naturaleza para todo”, añade.
Solo para la plaga de la roya, desde la floración hasta que la vaina se carga se precisan por lo menos cuatro fumigaciones, lo que sube el costo de producción. "Además de ser caro, el proceso daña el suelo: ya no produce bien porque estamos afectando al medio ambiente. Con la rotación de cultivo tratamos de recuperarlo. Hay cultivos con semilla transgénica que entra de contrabando y parece que allí la enfermedad no les ha hecho nada”, dice mientras en su boca se balancea un puñado de coca.
Lo que se rescata de la producción no cubre todo lo invertido y mucho menos cuando hay pérdidas. Hace una década, Pinto vendió su primera camionada de soya en 450 dólares. "El año pasado sólo me pagaron 200”, lamenta.
La sequía agrava la situación
Al este de Cuatro Cañadas, la sequía ha provocado serias pérdidas. La soya -lista para la cosecha- se levanta en medio de grietas y la yerba que compite por la escasa humedad y nutrientes de la tierra. Las vainas que en cultivos sanos tienen tres granos, aquí sólo presentan dos.
El maíz también ha sido afectado. Las mazorcas de la Comunidad 5 Junio están pequeñas, dañadas y no cumplen con las exigencias del mercado.
"Hemos pasado de seis hasta siete veces con el veneno para el gusano cogollero pero nada. Y la lluvia llegó a último momento. Si vamos a seguir así, las pérdidas van a ser incontables”, asegura el dirigente de uno de los grupos de 300 agricultores de Cuatro Cañadas, Gualberto Zurita.
Sabe que la cosecha será "manchoneada”, es decir, sólo en los segmentos donde haya producto rescatable. A simple vista algunas de las mazorcas parecen estar sanas pero al partirlas se ve un hueco lleno de granos podridos.
Una vez terminada la cosecha de maíz, los agricultores sembrarán sorgo y dejarán chalas en el suelo para crear una alfombra vegetal que ayude a mantener la humedad. "No queda más que volver ha arriesgar, tenemos que apostar al campo porque es nuestra única fuente de trabajo”, asegura Zurita.
No todos tienen esa posibilidad. Otros productores piensan en alquilar sus tierras o venderlas por lotes para cubrir la pérdida. Solo en semilla e insumos han invertido más de 500 dólares por hectárea. En el caso de Zurita la deuda llega a los 40.000 dólares. "Hemos sembrado casi 120 hectáreas y se han perdido 100”.
Los cañeros también muestran preocupación. En los últimos cuatro años su producción ha sufrido una fuerte caída debido a problemas climatológicos.
"Primero fueron tres años de mucha lluvia y este último de sequía extrema. Se han perdido cañaverales completos y el endeudamiento del productor es alto. Eso, en el caso de los cañeros del Ingenio Guabirá que reciben apoyo. Los externos están peor”, asegura el presidente del Centro de Investigación y Transferencia de Tecnología de la Caña de Azúcar, Mariano Aguilera.
Prevé que de los 20 a 22 dólares que costará la tonelada de caña, de 10 a 11 se destinará para pagar las deudas. "La otra mitad debe alcanzar para los costos de producción y la subsistencia”.
Ortega ve con tristeza e impotencia cómo se enferman sus cultivos. "No sabemos que es lo que pasará, no tenemos sistemas de riego y las lluvias últimamente escasean. La plaga y sequía llegan en el momento menos pensado y lo único que nos queda por hacer es rezar”, lamenta.
Productores: Los transgénicos son la solución
Actualmente en el país está autorizado el uso de una variedad de semilla de soya transgénica resistente al glifosato para combatir la invasión de maleza con herbicidas. Los productores ven que ese sistema ha dado muy buenos resultados y -aseguran- que pueden replicarse con otras especies.
El gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior, Gary Rodríguez, señala que con la liberación de la restricción de uso de transgénicos solo en dos variedades de soya y el maíz, las ganancias anuales para el país llegarían a 150 millones adicionales. "Esto bajaría las importaciones.
"El año pasado el país tuvo que importar 98.000 toneladas de maíz argentino con una inversión de 16 millones de dólares porque el nuestro fue atacado por las plagas”, afirmó.
Los afectados coinciden en que la siembra de transgénicos es una solución. "Sabemos que hay plantaciones de sorgo y soya que usan estas semillas, las que entran al país de contrabando. Allí la plaga no ha atacado ”, dijo el productor Mariano Aguilera.
Su colega Freddy Taboada sostuvo que las autoridades aún no palpan la realidad del sector agricultor. "Las autoridades vienen, escuchan, pero no llegan a los cultivos a ver la realidad, no sé si por falta de tiempo o porque no les conviene”, manifestó.
A su parecer, con la incursión en la biotecnología la producción puede ser duplicada con costos bajos, mejor calidad y sin afectación al medio ambiente por el uso de tóxicos. "El año pasado el Gobierno importó maíz de Argentina, hizo convenios para ese maíz transgénico que es resistente a los bichos y a las enfermedades. Entonces no entiendo dónde está su lógica de prohibirnos el uso de esa semilla”.
Otra de las productoras, Silvia Vale, sostuvo que es necesaria la intervención de biotecnología para que como agricultores estén respaldados. "Urge para salir adelante y no tener pérdida tras pérdida en cada campaña. Necesitamos semillas resistentes al gusano pegador de hoja o al cogollero”, solicitó
Danilo Patriota, de la propiedad Totaí (productora de semillas), señaló que al país le hace falta ingresar en la tecnología. De origen brasileño, Patriota trabaja hace 20 años en Bolivia tratando de desarrollar diferentes variedades mejoradas.
"Con nuestra semilla acá estamos produciendo cerca de dos toneladas de soya por hectárea. Fui al Brasil y allá con buena semilla están produciendo cerca de cinco toneladas. Hay tecnología que no podemos usar”, dijo.
A fines del 2016, la Gobernación de Santa Cruz inauguró su primer laboratorio de biotecnología. Este estudiará todo el impacto de las semillas transgénicas que ingresan al país por contrabando y que son evidentes en cultivos ilegales pero sanos. CAO: "Debemos poder competir en calidad”
El flamante presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Freddy Suárez, explicó que en su gestión el tema de la biotecnología será una prioridad. "Necesitamos entrar en biotecnología, no podemos competir con los países vecinos en cuanto a producción y costos si no la aplicamos”, manifestó.
Como ejemplo señaló que debido a la sequía -una de las causas para la aparición de plagas de insectos- muchos cultivos del oriente tuvieron que ser fumigados hasta en siete oportunidades en la temporada 2016/2017. Este procedimiento incrementó los costos dejando a Bolivia fuera de competencia.
"Y en esa línea vamos a seguir intentando que el Gobierno nos entienda. Es una prioridad”, reiteró.
Asimismo, manifestó que el precio justo y los mercados estables son necesarios para los productores. En ese sentido, propuso que se liberen las exportaciones.
"Hay cupos de exportación, pero creemos que después de cubrir la seguridad alimentaria todos los excedentes deben ser exportados. Por eso también es necesario insistir en la liberación plena”, expresó.
Al respecto, el presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo, Susano Terceros, señaló que del 100% de la producción el país consume el 30%. El 70% restante debe ser comercializado en otros países.
"El mercado nacional está garantizado. Lo que ahora necesitamos es conseguir mercados extranjeros con precios justos para el productor. Por eso vamos a insistir con la liberación de las exportaciones”, sostuvo Terceros.
Punto de vista Fabricio Uscamayta, ecólogo "Es inconstitucional el uso de transgénicos”
Hay un tema de inconstitucionalidad. Varias leyes establecen solo un excepción para usar transgénicos y es para la soya resistente al glifosato. Actualmente las peticiones de la ampliación a otros cultivos como el maíz son ilegales.
Evidentemente esto responde a un acuerdo entre el Gobierno y las empresas agroindustriales para poder fomentar este modelo de cultivo. Pero el mediano y el pequeño agricultor son los menos beneficiado porque ellos tienen que comprar estas semillas y pagar patentes por todos los insumos; ello causa que cada vez haya menos productores.
En cuanto al maíz , en Bolivia tenemos cuantificadas 77 variedades y si llegáramos a usar semillas genéticamente modificadas podríamos contaminar los cultivos y perderíamos la gran agrodiversidad que tenemos en el país y eso sería un atentado a la Constitución y al patrimonio cultural intangible. Somos el último país que tenemos esta gran variedad del maíz.
Hay que aclarar también que las plagas no aparecen sino que ya existen, pero se hacen más competitivas por el modelo productivo. El monocultivo es el que está destruyendo los bosques con el uso de agroquímicos que causan estos desequilibrios. // // // //
© 2017 IBCE - derechos reservados